Manual para el maestro, (2a. parte)

"Para que la curación pueda tener lugar, es necesario que se entienda el propósito de la ilusión de la enfermedad. Sin ese entendimiento la curación es imposible.
La curación se logra en el instante en que el enfermo deja de atribuirle valor al dolor. ¿Quien elegiría sufrir a menos que pensase que con ello podría ganar algo, y algo que tiene valor para el?.
La curación es directamente proporcional al grado de reconocimiento alcanzado con respecto a la falta de valor de la enfermedad. Solo con decir: “con esto no gano nada” uno se curaría.
¿Que es lo único que se necesita para que este cambio de percepción tenga lugar? Simplemente esto: El reconocimiento de que la enfermedad es algo propio de la mente y de que no tiene nada que ver con el cuerpo.
¿Que te cuesta este reconocimiento? Te cuesta el mundo que ves. Con este reconocimiento se le atribuye responsabilidad no al mundo, sino a aquel que contempla el mundo.
La curación es el cambio de mentalidad que el Espíritu Santo procura que tenga lugar en la mente del paciente. Y es el Espíritu Santo en la mente del donante quien le da el regalo a el.
El maestro de Dios es un obrador de milagros porque da los regalos que ha recibido. Al aceptar la curación puede darla.
No puede haber grados de dificultad en la curación por el simple hecho de que toda enfermedad es una ilusión.
La única respuesta para cualquier clase de enfermedad es la curación. La única respuesta para cualquier clase de ilusión es la verdad.
Su palabra ha prometido paz. Ha prometido también que la muerte no existe, que la resurrección tendrá lugar y que el renacimiento es la herencia del hombre. El mundo que ves no puede ser el mundo que Dios ama, y sin embargo su palabra nos asegura que el ama al mundo. La palabra de Dios ha prometido que aquí es posible la paz y lo que promete no puede ser imposible. Más es cierto qué hay que contemplar el mundo de otra manera, si es que se han de aceptar sus promesas".

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