Manual para el maestro, (1a. parte).

"En el pensamiento del mundo, los papeles de maestro y estudiante están, de hecho, invertidos. Esta inversión es típica. Parece como si el maestro y el alumno estuviesen separados y como si aquel le diese algo a éste, en vez de a sí mismo.
No puedes darle nada a otro ya que únicamente te das a ti mismo, y esto se aprende enseñando.
Un maestro de Dios es todo aquel que decide serlo.
Los maestros de Dios son los que han respondido. La llamada es universal y está activa en todo momento y en todas partes.
En la salvación no hay coincidencias. Los que se tienen que conocer se conocerán, ya que juntos tienen el potencial para desarrollar una relación santa. Están listos el uno para el otro.
Cada situación de enseñanza-aprendizaje es máxima, en el sentido de ese cada persona involucrada aprende lo máximo que puede de la otra en ese momento.
Los maestros de Dios tienen confianza en el mundo porque han aprendido que no está regido por las leyes que el mundo invento. Está regido por un PODER que se encuentra en ellos, pero que no es de ellos. Este poder es el que mantiene todas las cosas a salvo. Mediante este poder los maestros de Dios contemplan un mundo perdonado.
Una vez que hemos experimentado ese poder, es imposible volver a confiar en nuestra insignificante fuerza propia.
Los que están seguros del resultado final pueden permitirse el lujo de esterar, y esperar sin ansiedad.
La FE es la CONFIANZA que el maestro de Dios tiene de que la palabra de Dios ha de resolver todas las cosas perfectamente. No solo algunas, sino TODAS".

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